Manuel Pinazo

Manuel Pinazo

Muzikalia

El dolor es algo privado que se lleva dentro y se sufre en silencio, pero yo quiero recordar a Ernesto en público y agradecerle su amistad, su confianza y todos esos grandes consejos que siempre me dio. Teníamos una coña personal de que él me llevaba al colegio de la mano cuando yo era pequeño. No hace mucho hablando con él la recordábamos y nos descojonábamos de risa. Y es que desde que nos conocimos hace casi 20 años él era así para mí, como ese hermano mayor a quien acudir cuando dudas de algo y a quien he recurrido para muchas cosas hasta hace pocos días. Él era un maestro para todos nosotros, como bien hacía en llamarle mi querido Felipe R. Piedra. Nos enseñó mucho de música, a mí más de lo que nadie lo haya hecho nunca, gracias a él descubrí que había cosas que me emocionaban de 1979 hacia atrás, y compré cientos de discos bajo su consejo. Aprendimos mucho de esta profesión, durante seis años, día a día compartiendo aberres, muchas cervezas y las locuras con las que Aldo Linares y yo le sacábamos de quicio y solían terminar en grandes carcajadas. Daba igual que hubiera jornadas de trabajo de 15 horas, la hora y media de cervezas compartidas y tirabuzones en «El Cacas» lo arreglaban todo. Recuerdo mucho esas incursiones al supermercado a mediodía para subir a la oficina y hacer «cocina mediterránea»(como siempre te decíamos), cómo en hora y media nos hacíamos una paella, un bacalao al pil pil o lo que fuera. Esas cestas de navidad personalizadas por ti, esas fiestas improvisadas en la oficina… ¿Os acordáis de los buenos tiempos? Aquellos fueron mis buenos tiempos. Luego vinieron otros tiempos y Ernesto siempre seguía ahí para hablar de lo que fuera, para asesorarte, para apoyarte, para aconsejarte mejor que nadie. De los últimos tiempos, recuerdo que antes de que Muzikalia se convirtiera en editorial lo comenté con él y siempre le agradeceré el empuje que me dio. Hay dos libros que están por salir, que no hubieran sido posibles sin Ernesto. Uno es un encargo que me hizo y el otro, ayudó a gestionar que fuera posible. No sabes cómo me duele que no puedas verlos terminados, intentaré que estén a la altura de lo que esperabas. Hoy noto un vacío tan grande que no sé cómo llenaré, estoy muy jodido. Con el tiempo, cuando tenga que enfrentarme a algo como supongo le pasará a muchos que te conocimos, pensaré: ‘¿Qué me hubiera dicho Ernesto?’ y me guiaré gracias a esa inercia que nos dejas. Hasta siempre, amigo mío.