Tuve la enorme suerte de trabajar con Ernesto a diario durante buena parte de la década del 2000 en la oficina del Festival de Benicàssim. Acababa de salir de la adolescencia y mi entusiasmo por la música no escondía todo lo que me faltaba por conocer. Ernesto fue compartiendo con generosidad discos, historias, consejos y humor, impulsándome de maneras visibles y también más sutiles, que sólo se harían evidentes mucho después. Esos lazos me enseñaron muy pronto que es posible trabajar así, compartir así, construir así, me abrieron los ojos a nombres, obras y maneras de ser y de mirar al mundo que con el tiempo se han convertido en parte de mí, pero que conocí en buena parte gracias a él. Me dedicó el primer disco de Grupo Salvaje, “In Black We Trust”, con una frase que me ha acompañado desde entonces como un mantra: “The things to come are coming”. Las cosas por venir llegarían, tenían que llegar, porque estaban ya de camino. Sentir su confianza daba confianza.
Soñé en una ocasión que se nos daba la oportunidad de pasar una noche en calma con un ser querido tras su muerte. Ahora que Ernesto se ha ido, con elegancia y con brillo como él sabía estar, imagino esa noche en un bosque, con todos nosotros a su alrededor. Lo veo tocando la guitarra o hablándonos de alguna de sus mil pasiones: desde el sonido de los Byrds hasta la epopeya de Scott en la Antártida. Lo veo dedicando tiempo a cada uno, tranquilo, sabedor de que las semillas que ha ido sembrando en nosotros (o, mejor dicho, las semillas que llevábamos en nosotros sin saberlo y que él nos enseñó a regar) seguirán creciendo. Se suceden las risas y las bromas, los motes que nos dio y que nos fuimos dando entre nosotros. Y al final de la noche lo veo levantándose y adentrándose en el bosque mientras se ilumina un dibujo que resume las tramas y los nudos de su obra: lo que compuso, cantó, escribió, investigó y comunicó, lo que amó y lo que enseñó con vehemencia, su sentido de la justicia y las historias que le fascinaban. Se aleja con calma, como en una película, pues sabía mucho de las combinaciones de imágenes y música que tienen la virtud de hacerse eternas. Por un instante, mientras va amaneciendo, percibimos que los hilos de ese dibujo se prolongan hasta cada uno de nosotros. Nos corresponde la responsabilidad y el honor de seguir tejiendo. Haber aprendido de él nos une a todos.